¿Cómo nos debemos preparar para el Día del Señor?
Por Jorge E. Castañeda D
Nota preliminar: Reconocemos que el presente artículo corre con el riego de ser mal entendido y criticado, particularmente, por los amigos que navegan en las aguas del carismatismo y del neocalvinismo. No obstante, lo encontramos pastoral y edificante; en resumen, un excelente artículo que mana de un buen razonamiento bíblico.
La observancia del Día del Señor va más allá de simples actos externos; es, por excelencia, una práctica espiritual. Aunque las actividades externas son necesarias y están claramente ordenadas y reguladas por la voluntad de Dios, no podemos reducir este día a meras actividades. La verdadera adoración es espiritual, nace del corazón, es motivada, fortalecida y se sostiene por medios espirituales, tal como lo enseña la Escritura:
«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren» (Jn.4:24).
Una preparación adecuada es esencial para la adoración en el Día del Señor. La declaración confesional afirma con precisión que:
“El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando, tras preparar debidamente el corazón y haber ordenado los asuntos cotidianos […] se observa un santo descanso durante todo el día” (C.B.F. 1689.22:8).
Esto nos recuerda que la improvisación o la espontaneidad no son las mejores compañeras para una adoración racional y devota, ni en el día del Señor como en ninguna otra devoción en particular. Pero, ¿cómo debemos prepararnos correctamente? ¿En qué aspectos debemos enfocarnos? Aunque cada persona y familia puede tener particularidades según sus circunstancias, hay algunas recomendaciones generales que podemos seguir:
PREPARACIÓN ESPIRITUAL
1 La oración es una de las mejores maneras de preparar nuestros corazones para todo servicio a Dios. Eso está implícito en Romanos 15:30-31, donde el apóstol ruega que se ore por él para ser librado de los rebeldes y para que «la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta». Esto es que, se debe orar por nuestros sacrificios espirituales que presentamos al Señor, y que jamás deberíamos dar por sentado que tenemos las actitudes y condiciones aceptables para hacerlo.
Es necesario orar por la capacidad de mantener una actitud espiritual, por inclinaciones y pensamientos adecuados para ese día. Orar por los sacrificios espirituales a llevar, y porque gocemos de un espíritu que se sostiene todo el día en esta actividad espiritual. No se debe olvidar la oración por nuestros hermanos con quienes adoraremos, por los predicadores y la predicación, por quienes nos van a dirigir en la adoración. Aun, hemos de orar por las decenas de distracciones, asuntos y hasta problemas que se pueden presentar justamente ese día y que fácilmente nos pueden desenfocar.
Además, debido a que no es “medio Día del Señor”, ni es tan solo “el culto al Señor” (énfasis añadido), sino todo un día para Él, ore por perseverancia en el espíritu, porque la mayor tentación será ofrecer “lo cojo o lo mutilado”, esto es, solo una parte del día o un día observado con mediocridad. Eso, ni siquiera bajo el Antiguo Pacto era aceptado, mucho menos para los que adoramos bajo un mejor Pacto. Ore para que pueda:
«Anunciar por la mañana [Su] misericordia, Y tu fidelidad cada noche» (Sal.92:2, Salmo para el día de reposo).
2 Con la ayuda del Señor, y en la meditación de algún principio Bíblico, llene su corazón de pensamientos altos, reverentes y afectuosos para la adoración dominical, se presente esta adoración en los cultos o fuera de ellos. Recuerde que ese día debe ser llamado (considerado): «delicia, santo, glorioso de Jehová» (Is.58:13). Entonces, una debida preparación implica aquellas meditaciones o pensamientos adecuados para ver la delicia del enorme privilegio de poder apartar todo un día para el Señor. En otras palabras, el día anterior, piense en el mañana. Recuérdese que el otro día será especial, apartado para Dios y glorioso. Deje que esa expectativa elimine la improvisación cuando amanezca el primer día de la semana.
Medite en lo siguiente, ¿con cuanta expectación usted piensa que las mujeres que deseaban terminar de embalsamar el cuerpo muerto de Jesús esperaron el primer día de la semana? Tan ansiosas estaban de que pasara el día de reposo del antiguo Pacto, que tan pronto como amaneció el primer día de la semana, muy de mañana, al amanecer, se encaminaron para ir a la tumba de Jesús. Y ¿debería tener menos expectación un creyente del Nuevo Pacto, cuando lo suyo es dirigirse a adorar al Señor resucitado y reinante? Llenar el corazón de expectación debería ser un requerimiento indispensable para una correcta observancia del día del Señor.
3 ¿Puede anticipar algo del contenido de la adoración del Día del Señor? En algunas congregaciones se siguen series de predicación bíblica, o se anuncian de antemano los temas de enseñanza. Probablemente pueda repasar los apuntes del anterior día del Señor y recuerde algunos asuntos que le servirán para llegar mejor preparado para recibir la Palabra de Dios. Aun si estos asuntos no fueran posibles, de seguro que en el atardecer o anochecer del día anterior, puede leer de la Palabra de Dios o de un libro que estimule su alma para que su corazón se empiece a alinear al servicio espiritual que en unas horas empezará a ofrecer.
Esto contrasta definitivamente con aquellos individuos que, llegado el día del Señor, apenas se están dando cuenta de en qué día están y qué es lo que se requiere de ellos. Muchos creyentes pueden reconocer con algo de dolor, que su última actividad el sábado en la noche no es una actividad que le permita anticipar el día del Señor. Probablemente su último pensamiento fue una película, una actividad o un oficio hogareño (estresante). Y así duermen. Probablemente, su primer pensamiento el próximo día no coopere demasiado para disponerse al Señor. Cuán hermoso sería que así, como el día anterior nos preparamos para exámenes médicos, viajes, actividades especiales, cada semana buscáramos una rutina, aunque sea sencilla, pero afectuosa, que nos ayude a anticipar el contenido del Día del Señor.
PREPARACIÓN FÍSICA
La consideramos en segundo lugar no por su falta de importancia, sino porque toda preparación física que no sea antecedida por la preparación espiritual, a lo sumo, mantendrá ciertos asuntos físicos en su lugar. El sentido de la preparación de los asuntos cotidianos el día anterior, es que sean siervos de los servicios espirituales que hemos planeado y anticipado. La debida atención a los asuntos inherentes a nuestras necesidades temporales el día del Señor, puede ser un excelente facilitador para un verdadero descanso del cuerpo y provecho del alma.
A la luz de aquella realidad del Antiguo, podemos extraer buenos principios de Éxodo 16. Si nota, siempre relacionamos la observancia del día de reposo hasta Éxodo 20. Pero antes de ello, el pueblo de Israel ya observaba este día mucho antes del Sinaí, al ser una ordenanza creacional. En Éxodo 16:22-29 nos habla de la anticipación que se debía tener antes del día santo. El Señor ordenó que el día anterior al reposo, se debería hacer acopio necesario para dos días de manera que nadie ocupara el reposo en lo que podía y debía hacer con anterioridad. Aquí, por principio, vemos que Dios sí está interesado en que las familias se organicen de tal modo, que el día santo, sea consagrado a Él y no existan distracciones.
Bajo la preparación física se encuentra todo aquello que corresponde a nuestras necesidades vitales, y que pueden quedar preparadas con anterioridad, y que facilitarán en gran medida que podamos descansar realmente y enfocar nuestra atención al propósito fundamental de ese día. Si no hay esta preparación, el día del Señor puede convertirse en uno de los días más estresantes y conflictivos en las familias, principalmente para quien se encarga de los suministros. ¿Por qué se presenta la mañana del Domingo para más confrontaciones y desacuerdos? Yo le respondo, sin duda por falta de organización previa y en esto, el padre es el completo responsable.
En Números 15:32 se nos relata el episodio de un varón despistado. Seguramente no estaba haciendo algo pecaminoso en sí mismo, quizás olvidó recoger leña, quizás no tenía como calentarse o simplemente ocupó el día descuidadamente. Aun cuando el acto no era pecaminoso en sí mismo, fue malo por hacerlo en un tiempo que Dios consagró para sí mismo. Tomando el principio subyacente, y hablando en metáfora, ¿acaso usted recoge leña el Día del Señor por falta de organización? O peor aún, ¿es el que manda a otro a recogerla por usted? Recuerda que Dios no fue paciente con ese hombre. De manera que no solo es nuestro descanso, sino que la preparación incluye no hacer trabajar a otro para mí, eso sería desconsiderado y perjudicial para el alma del prójimo.
Es bueno advertir que, el día del Señor suele ser uno de los días más duros para las esposas y madres, pues tendrán que hacer en corto tiempo lo que en los demás días tienen más espacio para hacer. Recuerde que, bajo reglamentaciones anteriores, aun las bestias y los esclavos deberían descansar. Entonces, aun las amas de casa deberían sentir que ese día es de su descanso y que se pueden ocupar, razonablemente, en su alma también. Lo que requerirá una buena preparación el día anterior y la planeación de cómo cada miembro de la familia puede cooperar para que todos puedan descansar y adorar. Toda la familia, bajo una cabeza sabia, puede anticipar el día anterior en asuntos fáciles como su atuendo, los utensilios para la adoración, la compra y preparación de los alimentos, el automóvil, las ofrendas, y la hora de ir a la cama, etc.
Puede parecer demasiado particular esta preparación, pero la experiencia será el mejor juez de estas recomendaciones, ella dirá cuántos días del Señor se han echado a perder o han caído en una observancia meramente externa, y en un día de más trabajo, solo por esta falta de preparación.
Recuerde que: «Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová» (Is.58:13-14). Que el Señor nos ayude.