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En cierta ocasión un hermano muy amado y respetado dijo «hoy puedo ver cómo el Señor, antes de mi conversión, tenía cuidado de mí y me llevaba hacia Él con cuerdas de amor». Estoy de acuerdo con la perspectiva del hermano: Dios ama a los elegidos desde antes de la fundación del universo.
Si bien cada uno de ellos nace en pecado, y por ende, en enemistad con Dios, el hecho de que hayan sido preservadas de la muerte, para que en el tiempo determinado por Decreto del Altísimo, ejerzan las gracias Divinas de la fe y del arrepentimiento, manifiesta que el amor de Dios, más que una chispa cuya luz puede «verse» en la conversión, es más bien una llama latente que arde desde la soberana «elección».
Las Características del Amor de Dios
Es sobrecogedor cuando dedicamos un poco de tiempo para pensar en las características del amor de Dios para con los suyos. Este amor único y especial no sólo es superior a cualquier otro, sino que es caracterizado por dos aspectos que haríamos bien en no perder de vista; a saber, su eternidad y su infinidad.
Si alguna vez has sufrido una decepción por parte de alguien a quien amas, o has sentido el dolor de no ser amado más por un ser querido pues ha fallecido, entonces ¡Sí que estás en posición de decir que el amor humano no sólo es temporal, sino también limitado! Temporal, porque solo podemos amar a otros seres humanos y ser amados por ellos mientras vivimos; y limitado, porque somos seres finitos con capacidades finitas.
La Eternidad del Amor de Dios
Pero el amor de Dios NO es temporal, SINO eterno. Su amor para con los elegidos no tuvo principio ni tendrá fin. ¿No es sobrecogedor que Dios haya amado a los suyos desde siempre? o puesto de otro modo, ¿no es abrumador que pequeños gusanos hayan estado en la mente del Altísimo y hayan «ocupado» el corazón del Todopoderoso antes de que Él dijera: «Sea la luz»? ¡Oh! hermanos, Dios es eterno y no hay nada en Él que no haya sido desde siempre; ni uno sólo de Sus propósitos ha sido gestado en el transcurso del tiempo, todos fueron concebidos en aquella «eternidad pasada» que siempre tratamos de entender, pero que nunca en su plenitud podremos comprender.
Para ponerlo de manera clara: Dios te ama desde que Él existe, luego, como Dios existe desde siempre, sigue que Él te ama desde siempre: ¡Así es Su amor para contigo! Hermano, saber que Dios te ha amado desde la eternidad pasada es algo que te ayuda a poner los asuntos en la correcta perspectiva y en su debido orden: el amor de aquellos que más te aman, o el amor con el que te amaron aquellos que por mas tiempo vivieron, es un milisegundo en relación a un milenio; el punto es este: la manifestación más larga y continua de amor que has recibido en tu vida, es nada, cuando la comparas con la eternidad del amor con el que Dios te ha amado desde siempre.
Por tanto, cuando uno de tus seres más amados muera y ceses de recibir su amor, o cuando habiéndote amado antes, uno de tus allegados decida odiarte ahora, jamás pierdas de vista que el amor de Dios para contigo nunca dejará de ser, nunca tendrá fin, no morirá cuando mueras, no se acabará cuando llegue el fin, y no cesará de manifestarse cuando estés a Su lado, en el Cielo.
La Infinitud del Amor de Dios
Pero el amor de Dios para con los suyos, NO sólo es eterno, SINO que es infinito. La eternidad es una palabra que demanda ser relacionada en función del tiempo, mientras que la infinidad es una que por necesidad debemos asociarla con cantidad.
Hablamos de la infinidad del amor de Dios como el adjetivo que describe el carácter inconmensurable del amor del Creador; es decir, de algo que en virtud de su enormidad, no puede dimensionarse en términos terrenales… ¡así es el amor de Dios para con Sus hijos… ¡así es el amor de Dios para contigo! … ¡Es sencillamente infinito!
Ahora sabes que Dios no sólo te ama desde la eternidad pasada, sino que te ama «con todo Su corazón»… pese a que esta expresión es tan sólo un antropomorfismo, he decido usarla para proyectar la idea de que no hay nada en Dios que no nos ame.
De hecho, cuando afirmamos que Él nos ama con todo Su Ser, lo que estamos diciendo en efecto es que cada una de las personas de la Bendita Trinidad nos ama con todo Su Ser. ¿No es también sobrecogedor ser conscientes de que el Padre nos ama de manera infinita, de que el Hijo nos ama de manera inconmensurable, y de que el Espíritu Santo nos ama inmensamente y sin límites?
Piensa en las muchas veces que has esperado ser amado de la misma manera y con la misma intensidad o reciprocidad, sólo para terminar decepcionado. Esto tiene explicación: el amor de los hombres es imperfecto, y además finito, voluble, y por lo general dependiente de otros factores. Más no así el amor de Dios: Su amor para con nosotros es tan infinitamente profundo, tan inconmensurable en pureza, tan inmenso en intensidad, y tan infinito en toda perfección, que cubre multitud de pecados, borra la culpa más profunda del alma, y llena con ese amor perfecto, al más vacío de los corazones.
¿Cómo responder al Amor de Dios?
Hermanos queridos, ¿Cómo no pedirle a Aquel que nos ama de manera eterna e infinita que nos conceda gracia para amarlo más a Él? … ¿Cómo no hemos de esforzarnos en corresponder a ese amor tan infinito (si bien no de manera infinita), al menos sí de manera más ardua, constante y fervorosa?
Creo que nos hace más falta meditar en estos dos atributos del amor de Dios: su eternidad y su infinidad… quizás cuando meditando en estas cosas lleguemos a una mejor comprensión del amor de Dios, ¡por fin cesaremos de mendigar amor de otras personas, dejaremos de esperar que otros nos amen con la intensidad con la que los amamos a ellos, y estaremos satisfechos con la suficiencia de un amor que es eterno, inmutable, profundo, perfecto e infinito!
Del polvo de la tierra
Su mano nos formó,
Y también nos dio vida
Su aliento creador;
Y en el pasado eterno,
En Cristo, el Salvador,
Cual padre al hijo amado
Su eterno amor nos dio.
Dios es suficiente… Su Palabra es suficiente… Su gracia es suficiente… y ahora sabemos esto: que si no hay nadie que nos ame, bástenos en ser amados por Dios: ¡Su amor es suficiente!
César García, pastor bautista reformado confesional. Casado hace 23 años con Leticia, mi amada esposa, y con dos hijos. Viví en Londres por casi 18 años. Salvo por la gracia de Dios el 28 de Abril del año 2001. Cursé mis estudios teológicos en el Seminario Bautista Reformado de Londres del Tabernáculo Metropolitano (el de Spurgeon). Reconocido y comisionado por el Dr. Peter Masters y los ancianos y diáconos del Tabernáculo Metropolitano. Sólo un instrumento del Señor para la plantación de Gracia Redentora (Pereira, 2013) y de MIREFORMA (Manizales, 2019). ¿Mi anhelo? Llegar a ser un siervo inútil.