Qué hacer y qué no hacer en nuestra
peregrinación
Ahora debemos considerar algunas de las cosas que tienen que hacer y que no pueden hacer los
peregrinos que harán una gran diferencia en su viaje. Nos hemos de dirigir directamente a los lectores.
La primer cosa que debemos hacer es una seria advertencia: Tenga mucho cuidado de no instalarse y
acomodarse. Usted es un peregrino, no se conforme con este mundo ni con las cosas terrenales. No eche
raíces en este mundo y no dependa de las cosas terrenales anhelándolas y enamorándote de ellas. Por el
contrario, si algo te gusta demasiado, no la tengas, no lo hagas, será un tropiezo en tu peregrinaje.
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¿No hemos todos caído en esta trampa? Algo muy valioso ha venido a nuestras vidas, quizás una casa, o
una posesión valiosa, o recreación, o ropa o alguna otra cosa que significa mucho para nosotros, y estas
cosas nos fascinan y absorben nuestra atención. Hemos llegado a comprometernos y a dedicarnos a
ellas, lo cual está totalmente en contra del espíritu de peregrinaje.
Tal vez nos dimos cuenta de esto. No era una cosa inmoral, mala o terrible, pero consumía nuestro
tiempo y por la gracia de Dios, hemos decidido dejar de lado estas cosas al recordamos a nosotros
mismos que éramos peregrinos que debemos estar listos para seguir adelante sin trabas de esta índole;
completamente dedicados al Señor y a su causa. Somos llamados a ser peregrinos –pasajeros por este
mundo- no nos atrevemos a asentarnos permitiendo así que las cosas terrenales nos enreden y detengan.
Otra regla para la vida del peregrino es recordar que cada etapa de la vida es temporal. ¿Somos jóvenes?
Bueno, no siempre vamos a serlo. El tiempo rueda y tenemos que dejar de ser jóvenes. El peregrino
serio emplea su juventud preparándose para la siguiente fase, no se aferran a la etapa actual por la que
transita. Los hombres jóvenes deben pensar en el matrimonio. En los tiempos postreros en los cuales
vivimos (tiempos sin Dios) esto no es visto como una obligación, pero sin lugar a dudas, para los
creyentes si lo es, a no ser que el Señor intervenga claramente en las circunstancias particulares. Desde
luego, no deseamos desarrollar un espíritu de coquetería sino que por el contrario debemos tener un
espíritu de oración y un corazón siempre dispuesto.
En un mundo no salvo cuando se le pregunta a los jóvenes: Qué pretenden hacer en su vida? Ellos
generalmente responden mencionando algo que disfrutan, como si las cosas en las que se deleitan
fuesen la base de la elección de sus carreras. Pero los creyentes peregrinos piensan en las carreras que
serán de utilidad y en las que podrán permitirá al reino de Dios, y si es posible, hacer un buen trabajo
bondadoso para las personas. El mundano tiene como objetivo el placer personal, la satisfacción y la
plenitud, pero el peregrino tiene como objetivo el servicio a Dios y las buenas obras. Cuando el
peregrino es joven, este se entrena para la siguiente etapa de su vida, emulando a los cristianos como
Hudson Taylor, quien en su juventud contuvo su dieta y negó a sí mismo muchas comodidades
razonables con el fin de acondicionar y fortalecerse a sí mismo para el servicio misionero en China.
Algo vital que los peregrinos de todas las edades no pueden hacer es: Nunca rendir las prioridades o
perder el tiempo. Una vez conocí a un hombre cristiano que tenía en su jardín un modelo de trenes
cuidadosamente diseñado y construido. El motor, las locomotoras y vagones eran bastante grandes aún
capaces de cargar a niños, y la impresión fue sorprendente. Pero, ¿Cómo un hombre cristiano justifica
dedicar tantas horas, sino años, a la construcción y mantenimiento de un juguete gigante! Nunca
debemos perder el tiempo que le pertenece al Señor.
El tiempo, sin embargo, no sólo se pierde en la atención excesiva a la casa, a las posesiones y a la
recreación, sino también en la ociosidad y en la quietud prolongada. Tal vez hemos estado enfermos o
distraídos por un intenso periodo de trabajo o estudio, y somos incapaces de hacer todo lo que
normalmente haríamos para el Señor; ahora, ese período de distracción ya ha pasado hace mucho
tiempo pero no hemos reanudado nuestro antiguo patrón de asistencia a los servicios ni tampoco nuestro
servicio al Señor. Bueno, el tiempo es corto, y nosotros somos peregrinos! Estamos aquí para hacer que
cada etapa de la vida honre al Señor, y por eso debemos apresurarnos de nuevo a la acción y a la
asistencia a los servicios, resistiendo todos los preludios del mundo, de la carne y del diablo. Este
hermoso himno de Thomas Gill Hornblower refleja la convicción en una e sus estrofas:
No quiero Señor, con celo mediocre transitar
Por este mundo errante que vueltas da,
Sino que con la mano puesta en el arado celestial
Desde ahora y para siempre deseo, para tu gloria laborar.
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Los peregrinos no se desvían tampoco. Una vez conocí a un hombre, un cristiano ferviente, que compró
una casa mucho más grande de la que necesitaba. Fue una casa muy bonita con muchas habitaciones.
Esta casa totalmente capturó su corazón, pero arruinó su mayordomía cristiana; absorbió todos sus
recursos y prácticamente consumió su vida. No podemos dejar que ese tipo de cosas nos suceda a
nosotros en cualquier área o etapa de nuestras vidas. No podemos asumir compromisos que nos
gobernarán, y nos impedirá utilidad cristiana.
Otro aspecto que no podemos hacer como peregrinos, es de las quejarnos y murmurar. Esto fue lo que
llevó a los hijos de Israel a rondar en círculos y los mantuvo tanto tiempo alejados de su destino
deseado. William Cowper, en su himno, describió la cura perfecta para estas expresiones de falta de fe:
Habiendo consumido la mitad de mi aliento en vano
Elevemos al cielo gran súplica de sincero clamor,
Y que nuestra canción sea a menudo de gozo con mi hermano,
«Escuchen lo que por mi ha hecho el Señor”
Sin embargo, otra cosa que no podemos hacer, es ser hostiles entre los creyentes. Aquí está la
desobediencia directa a la ley especial de Cristo que su pueblo redimido debería prevalecer el amor de
los unos para con los otros. Hay algunos creyentes profesantes que ventilan una hostilidad permanente o
peor aún, para con otros creyentes. Ellos causan un gran daño, y contristan el Espíritu, aún por años, si
no se controla. Oímos hablar de pastores llamados a pastorear iglesias quienes se han dado cuenta que
ha existido hostilidad entre creyentes dentro de la iglesia durante años. ¡Qué gran tragedia! Los
verdaderos peregrinos seguramente no pueden permitir que estas cosas arruinen sus vidas.
Incluso podemos decir que los peregrinos están debidamente vestidos para el viaje, y así también lo
debemos estar nosotros. En porte y apariencia los creyentes claramente no se asemejan a los mundanos
que disfrutan de excesos y de apariencias, ni tampoco toman parte en sus actividades. Los verdaderos
creyentes no siguen los estilos de ropa ni moda ostentosas… Las iglesias emergentes y las iglesias
misionales parecen hacer hincapié en las modas mundanas con algunas de sus pastores presentándose
como pícaros adolescentes que todo lo creen saber; estos pastores e iglesias están claramente
desesperados por alejarse de la imagen humilde y gozosa que tenemos aquellos que en realidad somos
«extranjeros y peregrinos».
Dios nos bendice con discernimiento y comprensión si vivimos como peregrinos, pero estas facultades,
al igual que muchas otras bendiciones, son condicionales y dependen de nuestra manera de vivir. Este es
el mensaje del famoso capítulo 11 de Hebreos, que registra fielmente las sus crónicas de fe y
peregrinación de quienes transitaron por este mundo como peregrinos. El espíritu peregrino nos provee
una rica experiencia espiritual, junto con instrumentalidad y utilidad. Nuestra confianza en Dios
aumenta poderosamente porque le hemos probado muchísimo! Avanzamos en santificación por su
gracia y poder, y obtenemos una visión celestial cada vez más clara.
No podemos detenernos a mirar con nostalgia las cosas materiales o la fama en este mundo. Debemos
pensar constantemente en el final del viaje, y corroborar todas las cosas con esta pregunta «¿De qué
manera afecta esto mi peregrinaje?
Es muy triste que exista la tendencia entre los cristianos, y ya nos referimos a ello, de despreciar
voluntariamente la actitud del peregrino. Los llamados emergentes y las misionales iglesias (el
movimiento de las iglesias en casa, entre estos) recomiendan cosas extraordinarias. Ellos quieren que
los creyentes renuncien a la iglesia tradicional (muchos dicen que la predicación no tiene lugar más en
la iglesia de Cristo), y les invitan a ser totalmente informales.
La verdad de esta tragedia se originó en las iglesias liberales que rechazaron el Evangelio. Ellos
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comenzaron con estas ideas y con esta línea de pensamiento y convenientemente los autores misionales
(como los de las iglesias en casa) las modificaron convenientemente y luego las adoptaron. Pero esta
política no sólo es totalmente contraria a lo que los cristianos han creído durante siglos sino, a lo que
enseña la Palabra de Dios.
Incluso, a pesar de esta tragedia, cualquier persona puede acudir a seminarios y colegios bíblicos
(presenciales o por Internet) y obtener un título en “hacer iglesia». CH Spurgeon tenía una frase:
«Nunca sabremos lo que hemos de escuchar a continuación: Moriremos de asombro.»
Algunas de las cosas que escuchamos hoy en día son tan increíbles, tan anti-bíblicas y están tan mal,
que nos estremecen cuando los escuchamos. Nunca debemos perder de vista el hecho de que nuestro
Salvador nos ha llamado a salir del mundo, no a enamorarnos de este y de sus cosas. Debemos estar
llenos de compasión por las almas perdidas y es nuestro deber laborar para su salvación. No podemos
rechazar el concepto de peregrinaje espiritual, entristeciendo el Espíritu Santo de Dios.
Dice el apóstol:
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Prosigamos adelante como peregrinos, como pueblo distinto de este mundo caído y condenado… Esta
es la única actitud válida para la vida cristiana y el servicio cristiano: vivir como peregrinos.

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