Esto es Política
Por Jorge E. Castañeda D
Desafortunadamente, en el colectivo, la expresión “esto es política” suele referirse a aquellos enredos, trampas y maquinaciones que los líderes del mundo han hecho, hacen y harán para mantener el poder. No hay nada nuevo bajo el sol; cambian los ingredientes y los detalles, pero la astucia y la filosofía maquiavélica siempre han caracterizado el poder.
Los creyentes, aunque no estamos ajenos a la vida y los complejos asuntos de los poderes de este siglo, a veces mantenemos la esperanza de que, aunque sea un poco, alguna luz de gracia común brille, proporcionando condiciones y medios más favorables para la vida en este mundo mientras avanzamos hacia la ciudad celestial. Para nuestra desazón, aunque no esperábamos nada bueno, aún nos sorprende la capacidad de maldad que encontramos, pues “esto es política”.
Sin embargo, al mirar atrás, recordamos que la gran mayoría del pueblo de fe ha tenido que enfrentarse a condiciones similares. Si rastreamos la participación de los pueblos en los asuntos que competen a las naciones a tan solo dos o tres siglos atrás (antes que la “urnas” existieran), podemos ver que durante muchos siglos el pueblo de Dios vivió bajo regímenes de autoridad crueles y una incertidumbre mayor a la nuestra. Reyes déspotas gobernaron naciones con mano firme, sin el concepto de propiedad y libertades civiles como las conocemos hoy, sometiendo injustamente a sus gobernados, incluidos cientos y miles de personas piadosas. Reinos que duraban toda una vida para generaciones, en condiciones inestables de política exterior.
Sabemos por el relato bíblico que la gente piadosa fue saqueada, explotada, sus hijos llevados al exilio, vírgenes reclutadas al servicio de los reyes, y guerras crueles acabaron con muchos. Se vivieron hambrunas indescriptibles, y el paganismo era la norma. Algunos vivieron en la diáspora, la mayoría sin más opción que soportar las circunstancias en su propia tierra. La Biblia nos relata eventos de exilio, no voluntario sino obligatorio e irreversible. Una y otra vez, sin participación alguna de su parte, el pueblo de Dios aprendió a vivir así.
Y es que el pueblo de Dios, los creyentes en Jesucristo, poseen algo mucho mayor: un tesoro que ni la polilla ni el orín corrompen, ni ladrones minan ni hurtan. Esta es la ganancia espiritual que les confiere su ciudadanía celestial, aunque en el mundo, son simples peregrinos. Hablamos del tesoro de la fe en Jesucristo en sus corazones, del depósito de la Palabra de Dios que guardan en sus almas, cosas que las condiciones externas jamás pueden quitar. En la hambruna, en la esclavitud, en la dispersión, allí permaneció la fe en el Señor, incrustada en los corazones del pueblo de la simiente de Dios, la iglesia de Jesucristo.
Pese a la condición externa que se viva, el creyente tiene una sola posesión real, que sobrevivirá a la política de este siglo. Por eso, tanto el creyente exiliado como el que permaneció en su tierra no ha sufrido una pérdida definitiva. Aun en esas circunstancias, la fe en Jesucristo sigue siendo el patrimonio más grande que posee, la hermosa porción y heredad que le ha tocado. Las urnas jamás condicionarán el reino de Dios; el reino de Jesucristo seguirá avanzando a través de la política y las intrigas de esta vida; Él seguirá acompañando a sus hijos y formando a su Hijo en sus corazones, para hacer valer su pacto eterno en ellos; y cosas mayores que una mejor patria y condiciones favorables en esta vida, tiene preparado para ellos… para todos los que pueden afirmar estar en Él.
Es esperanzador saber que los acontecimientos presentes, pasados y futuros no se apartan ni un milímetro del plan de Dios, aunque a veces nos desconcierten. Y, aunque no los comprendamos, podemos confiar en Su sabiduría; esté seguro, un día todo nos dará sentido, cuando estemos Cara a cara. Jesucristo es nuestro tesoro, y estamos seguros de que nada creado puede separarnos de Él, ni siquiera los asuntos de la política y otras inconsistencias. Ánimo, mientras Dios reine, no todo “es política”.