Si nos referimos a la capacidad que tiene el hombre para pensar, para razonar y para amar como facultades, así también nos debemos referir de la consciencia.
La consciencia, en pocas palabras, es una capacidad o facultad dada por Dios al hombre. ¿La pregunta es, ¿para qué?
mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su consciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos
Rom 2:15
Veamos… La ley moral del Señor ha sido estampada en el corazón del hombre, y en virtud de ello, el hombre (aun el inconverso) intuye las diferencias entre lo correcto e incorrecto, y lo bueno o lo malo, de tal manera que la consciencia está «allí» como un policía que le dice «esto es correcto y lo puedes hacer» o «esto es prohibido y no lo puedes hacer»; también está «allí» como un magistrado que le dice «si haces esto que no es correcto, entonces recibirás castigo».
De hecho, muchos puritanos y grandes hombres del pasado se refirieron a la consciencia como el magistrado en el alma del hombre, que lo acusa o lo excusa conforme a la ley moral de Dios.
Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.Jua 8:9
Así que en respuesta a la pregunta del primer párrafo ¿Para qué es la consciencia? Podemos responder que esta facultad tiene como propósito testificar desde una perspectiva moral todas las palabras, obras, pensamientos e intenciones del corazón del hombre.
Podemos decir entonces que la consciencia habla. Y habla, en el sentido de que ésta aprueba o desaprueba las intenciones del corazón del hombre, sus razonamientos, sus pensamientos, etc…
También habla, en el sentido de que rechaza o acepta la legitimidad y pureza no sólo de los pensamientos de su mente, del origen de su placer, etc… sino de cualquier acto u obra producto de la voluntad humana. ¿Y cómo lo hace? Por medio de la ley. La ley moral de Dios es el reflejo de su infinita perfección.
Ese es el Santo estándar o el manual que usa la consciencia como referente. El policía no puede reprochar o alabar la conducta de alguien sin un código moral que le sirva como estándar. El magistrado tampoco puede que declarar justo o imputar cargos sin que haya una ley como referente.
Por eso decimos que la analogía de que la consciencia funciona (en cierta manera) como un policía y como un magistrado, no sólo es válida sino muy útil para entender esta facultad humana que tanto debemos cuidar y a la que tanto debemos prestar atención.
Ahora, la consciencia puede ser pisoteada y despreciada en gran manera por la decisión persistente del hombre de pecar. Para ponerlo de manera más gráfica «si la consciencia la asociamos con ese policía que nos dice «violaste la ley» y que de inmediato nos lleva donde ese justo magistrado que nos dice «violaste la ley y recibirás castigo», entonces cuando decidimos pecar voluntariamente una y otra, lo que hacemos es intentar atar de pies y manos a ese policía y taparle la boca del magistrado, de tal manera que ni el uno nos recuerde que rompimos la ley, ni el otro nos acuse de haberla rota.
En virtud de eso afirmamos que la consciencia no es infalible y que de hecho puede ser despreciada, ignorada y reprimida, llevando al hombre a cometer pecados de manera casi animal. ¿Recuerdan que al comienzo dijimos que los animales no tienen consciencia? Bueno, esta es la razón por la que les dije que era importante esta aclaración: un hombre que peca deliberada, persistente y maliciosamente sin aparente restricción alguna de su consciencia, puede ser comparado con un animal que no tiene consciencia. El león no dudará en despedazar al padre de familia que toma fotos en su Safari, porque los animales no tienen consciencia sino instintos.
El animal no piensa «Hmm… tengo hambre, pero de seguro tiene familia y me da pesar dejar a sus hijos huérfanos. Esto está mal, mejor voy a buscar otras cosas que comer» Así el pecador que acalla, reprime y atropella su consciencia persistentemente, casi hasta silenciarla… casi que se puede decir que el tal es como un animal que actúa por naturaleza sin consciencia.
Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo
cauterizada la consciencia,1Ti 4:1-2
Fíjense en el término consciencia cauterizada. El término «cauterizada» en el original griego es kausteriazo (καυστηριάζω) que quiere decir principalmente marcar. Ahora, la idea del lexicón Griego es la de marcar con una barra de hierro al rojo vivo, y de esa idea nosotros inferimos que la consciencia «cauterizada» pierde sensibilidad. Sin embargo, y sin importar cuán grandes sean los esfuerzos del pecador por acabar con su consciencia, la consciencia es indestructible, y aún en las personas más depravadas siempre reaccionará en algún grado.
Qué es tener limpia consciencia
que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.1Ti 3:9
Del contexto es evidente que Pablo ordena a Timoteo de qué talante debían ser los diáconos. La palabra clave es la preposición «con» que denota la manera en la que se ejecuta un acto. ¿El acto? Guardar el misterio de la fe (el Evangelio) ¿La manera? Con limpia consciencia, es decir, con una plena y sincera convicción interna (emitida por su «magistrado» consciencia) de que ellos no sólo habían creído en el Evangelio, SINO que sus vidas, obras, palabras y conductas, eran la marca fehaciente del Evangelio de la gracia de Dios en ellos; o puesto de otra forma, en este versículo por «limpia consciencia» el apóstol Pablo se refiere a una consciencia que no recrimine a la persona de una ofensa hacia Dios o hacia el hombre.
Tener limpia consciencia significa estar libre de acusación. Vivir con una limpia consciencia al respecto de algo, es por lo tanto, haber sido sinceramente convencido por la verdad revelada de que nuestra manera de pensar, de actuar, de juzgar o de decidir con respecto de ese algo, es totalmente coherente con los parámetros Divinos provistos en su voluntad revelada.
Puesto de otra manera, tener una limpia consciencia con respecto a un pensamiento, palabra, obra, deseo o juicio, viene por la gracia de Dios como producto de haber obedecido lo que Dios ha ordenado al respecto de esa acción, pensamiento o juicio. Lo opuesto es correcto también, una sucia consciencia es el resultado de haber desobedecido lo que Dios ha ordenado.
Por ejemplo, la Palabra prohíbe las mentiras en cualquiera de sus formas. Ahora suponga que un ministro de Dios es un mentiroso. Éste no sólo NO podrá tener una limpia consciencia para con Dios hasta que se arrepienta, SINO que tampoco la podrá tener para con los hombres, porque no teniendo una limpia consciencia para con Dios, jamás podrá tener una limpia consciencia para pedirle a sus congregaciones que no mientan.
¿Tenemos una limpia consciencia?
Más que una larga disertación espero que esta sea una corta meditación haya sido útil. Espero que esta reflexión nos invite a examinarnos en sinceridad de corazón, sabiendo y reconociendo nuestra necesidad y de lo propensos que podemos llegar a ser a ignorar la voz de nuestras consciencias. No se le olvide, amado, que para un creyente, la intensidad de la «voz de la consciencia» es directamente proporcional a la frecuencia, seriedad y sinceridad con la que lea la Escritura. El creyente debe leer, pensar y reflexionar a la luz de la Palabra de Dios.
Entre más leamos la Palabra de Dios, más claro tendremos los estándares de Dios y menos nos veremos inclinados a romperlos. Entre más a menudo lo hagamos, más seremos recordados su bendita y perfecta ley, y más entenderemos y amaremos y desearemos vivir por ese estándar moral Divino, y en consecuencia, menos por el estándar caído de este mundo. Permitamos sin restricción alguna que la verdad de la Escritura nos
examine y nos confronte.
Si no tenemos limpia consciencia delante de Dios en algún asunto familiar, secular o eclesiástico, pidamos perdón de inmediato por haber roto su Ley y por haber obrado en contra de las «advertencias de su voz» en nuestras consciencias. Examinemos el asunto y pidamos de Dios la gracia para tomar los correctivos necesarios tan pronto como sea prudente.
Amigo, no pase más tiempo viviendo con una consciencia licenciosa y permisiva que, cada día que pasa, le recrimina menos y menos por su pecado, le habla menos y menos del castigo por el pecado… ¡Qué peligro! si cuando usted peca ya no siente la voz de su consciencia gritando «¡Eso que piensas hacer o que hiciste es pecado… Has violado la ley de Dios y llevarás castigo por ello!» entonces ciertamente estás en graves apuros…
¡Cuánto te ruego que levantes los ojos de tu fe para mirar a Dios y pedir en el nombre de Cristo, gracia para el oportuno socorro!
Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi consciencia.Sal 16:7
Esta es la oración de un creyente que cada noche, hacía un inventario consciente y honesto de sus obras, en profunda meditación a la luz de la Ley de Dios. Esta es la oración de un creyente que dependía de Dios para ser redargüido, y que aún en los momentos más difíciles de su vida, quería agradar a Dios con una consciencia limpia y obediente…
Quiera el Señor que nuestra oración sea similar a la del Salmista y quiera Él concedernos la gracia y la perseverancia para examinar nuestros corazones a diario y para ver si hay en el camino de perversidad… Si lo hay, regresemos pronto por el camino de la Cruz y andemos con limpia consciencia el resto de nuestro peregrinaje en este mundo caído.
¿Si no lo hay? No… ese caso no se da… siempre habrá algo de qué arrepentirnos, tu consciencia regenerada de seguro te lo recordará.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space alter_height=»medium» hide_on_desktop=»» hide_on_notebook=»» hide_on_tablet=»1″ hide_on_mobile=»1″][vc_empty_space alter_height=»small» hide_on_desktop=»1″ hide_on_notebook=»1″ hide_on_tablet=»» hide_on_mobile=»»][/vc_column][/vc_row]
César García, pastor bautista reformado confesional. Casado hace 23 años con Leticia, mi amada esposa, y con dos hijos. Viví en Londres por casi 18 años. Salvo por la gracia de Dios el 28 de Abril del año 2001. Cursé mis estudios teológicos en el Seminario Bautista Reformado de Londres del Tabernáculo Metropolitano (el de Spurgeon). Reconocido y comisionado por el Dr. Peter Masters y los ancianos y diáconos del Tabernáculo Metropolitano. Sólo un instrumento del Señor para la plantación de Gracia Redentora (Pereira, 2013) y de MIREFORMA (Manizales, 2019). ¿Mi anhelo? Llegar a ser un siervo inútil.