En ocasiones vienen pensamientos a mi mente al respecto de los cuales me pregunto: ¿valdrá la pena que escriba lo que pienso? En la inmensa mayoría de las ocasiones tengo el deseo, pero no el tiempo o las fuerzas.
Todo lo anterior para decir que hoy, por alguna razón de la Providencia de la que no puedo dar cuenta, he decidido escribir brevemente al respecto de algo que ha logrado inquietarme, desde siempre.
En este momento, me es pertinente recordarle al amable lector, que estas líneas no constituyen una enseñanza de una doctrina de la Biblia, sino un consejo que la consciencia de cada verdadero creyente debe procurar considerar a la luz de otros asuntos como la paz en la iglesia, la amistad entre quien presta y el que pide prestado, los problemas potenciales inherentes al préstamo de dinero, la capacidad para mantener la palabra, y las implicaciones de no hacerlo.
Llamados a hacer buenas obras.
No existe un solo verdadero creyente que se niegue a hacer el bien. Sea el decir algo bueno, o el hacer aquello que beneficia a nuestro prójimo, ¡ahí estamos prestos para glorificar a Dios! Somos un pueblo que ha sido redimido para buenas obras[1] y jamás deberíamos desaprovechar cualquier oportunidad que la Providencia del Señor nos presente para hacerlas, siempre procurando la gloria de Dios en todo lo que hagamos.
Ayudar al hermano es una buena obra.
Uno de los distintivos históricos-bíblicos de los creyentes siempre ha sido el suplir las necesidades de sus hermanos en Cristo[2]. De hecho, nuestro Señor Jesucristo nos recuerda que debemos suplir la necesidad del prójimo, incluso si esta se suscita a destiempo (para nosotros)[3] Luego, hacer lo bueno, supliendo la necesidad del prójimo (siempre y cuando lo podamos hacer) es simplemente hacer lo que Dios nos ordena; es algo inherente de los siervos inútiles que hacen lo que su Señor les manda. Si sabemos hacer lo bueno, y podemos hacer lo bueno, luego, no hacerlo es pecado[4].
No deje por fuera del problema a los oficiales de la Iglesia.
Si un hermano o una familia de nuestra iglesia tiene una necesidad, es triste que el último en enterarse es el pastor o los demás oficiales. Lo natural sería que los hermanos que atraviesan o sufren una necesidad imperativa o urgente, busquen primero a los diáconos con el fin de que ellos estén al tanto de la situación. Somos una familia, y comentarles a ellos la situación con toda honestidad y limpia consciencia, siempre ayudará a dimensionar dicha situación, y a priorizarla adecuadamente. En caso de querer dialogar con el pastor o los ancianos, ¡qué se sienta en plena libertad de hacerlo!
No queremos decir que la iglesia es la «institución» que tiene que fungir como banco que está obligado a prestar a todo aquel que lo solicite; pero sí afirmamos que la iglesia, con sus oficiales a la cabeza, son aquellos a quienes se debería apelar… primero por consejo, y luego por ayuda.
El ¿por qué en muchos casos un hermano en necesidad tiene la tendencia de acercarse a otro hermano, y no a los oficiales de la iglesia? ¡Eso no se puede determinar a «ciencia cierta»! Lo que sí sabemos, es que más a menudo que no, estos acercamientos son incómodos para ambas partes, a menudo dando como resultado problemas y malos entendidos entre ellos, y de paso claro está, la disrupción de la paz en la iglesia.
«Hermanito, ¿me podría prestar tanto que yo se lo pago tal día?»
Lo que deben evitar aquellos hermanos que pasan por una necesidad es apelar a hermanos de manera “cuasi-secreta” para pedirles dinero prestado; en realidad eso no se ve bien. Tal acercamiento NO es pecaminoso, pero no obstante se señala que no es el más apropiado. Pero aquellos a quienes se les pide prestado dinero también deberían evitar simplemente desenfundar la suma solicitada, simplemente creyendo que lo que hace es algo bueno. ¡Es cierto que suplir una necesidad SIEMPRE es algo bueno! no obstante, el préstamo de dinero no siempre es la mejor manera de hacer lo bueno, en especial -y le pido al lector que preste suma atención a lo siguiente- en el contexto de la iglesia local.
Estas pocas líneas, escritas más porque siempre este tema fue algo de lo que quise opinar que por cualquier otro motivo, no pretenden sentar ningún estándar regulador para cada situación en las que exista una necesidad dentro del contexto de la iglesia. Deseo, sí, proteger la iglesia de aquello en lo que concordamos la inmensa mayoría de los pastores, y que corroboran los testimonios a lo largo del tiempo: el préstamo de dinero es un asunto complejo, ¡y en la iglesia, sí que más!
¿Va a prestar dinero a un hermano? Está en su derecho, pero ¡cuidado con los problemas!
La experiencia me hace el favor de recordarme que muchos de quienes piden prestado dinero a los “de adentro” (a los hermanos), tienen un mal historial de pagar sus deudas y compromisos con los de afuera. Muchos de ellos piden dinero prestado a los hermanos (de adentro) porque allí afuera ya nadie les presta dinero.
El editor de este artículo puede citar en su mente más de 5 casos a lo largo de su vida cristiana en los que estos préstamos de dinero entre hermanos, termina en uno de los siguientes escenarios:
- Uno de los dos abandona la iglesia (usualmente el que debe dinero y que no paga)
- Ambos permanecen, pero dejando de saludarse con honestidad, amor y limpia consciencia, arruinando así el testimonio de la iglesia.
Pero independiente de qué pueda suceder, por lo general, el préstamo de dinero entre hermanos por lo general implica el despliegue de complicaciones innecesarias entre ellos y en la iglesia a la que ellos pertenecen. Complicaciones que quizás se hubieran podido evitar si alguna de las dos partes se comunica con los oficiales de la iglesia y expone su causa.
Los préstamos ponen a ambas partes en situaciones «extrañas y no-naturales»
En ocasiones es mejor hacer una ofrenda[5] a un hermano necesitado, que prestarle dinero. El préstamo de dinero implica, por regla, una subordinación[6] no natural, y no es benéfico para el desarrollo integral del hermano dentro de la iglesia que viva bajo la sombra de un hermano que le hizo el favor de prestarle dinero. No es poco común, también notar que a la par de lo anteriormente expuesto, quien presta dinero se siente como el benefactor por excelencia de la iglesia. Ambas cosas son contraproducentes para las partes involucradas, y para la iglesia en la que juntos conviven.
No olvide que los favores de dinero a menudo opacan el criterio de quien pide prestado.
Prestar dinero siempre implica riesgos… espirituales y pecuniarios.
Es lamentable que no siempre el hermano que pide prestado paga a tiempo, y esto está mal… muy mal. La falta a su palabra y por ende, el incumplimiento de un compromiso adquirido, potencialmente tiene la capacidad de perjudicar al hermano que de buena voluntad le prestó. A menudo se asume -y se asume mal- que el que prestó no necesita que se le pague, o que se pague a tiempo. Conozco profesantes de la fe cristiana que se han hecho adictos de «pedir prestado dinero», y peor aún, de no pagar lo que prestan o de pagarlo con retrasos injustificados.
¿Qué dice la Escritura al respecto de quienes tomaron por costumbre, tal proceder? ¡Qué están obrando como impíos, pues la Palabra[7] dice: Sal 37:21 El impío toma prestado, y no paga!
Consideración final
Hagamos siempre el bien, hermanos, pero la hechura del bien no deja de lado la sabiduría que debemos tener para hacerlo de una manera que honre a Dios, que preserve la paz y la unidad de la iglesia, y que de verdad, ayude a quien pasa una necesidad. De la misma manera en la que no siempre es benéfico darle dinero a quien lo pide (y deseo que piense en el habitante de la calle, a quien -pese a creer lo opuesto- le resulta de más beneficio que se le compre un almuerzo, que se le de un par de monedas que él pide) Así también es con nuestros hermanos en necesidad que piden dinero prestado. Hagamos un esfuerzo por comprender su necesidad, por dialogar con los ancianos y el pastor, y en especial, por aunar esfuerzos con la iglesia para suplir la necesidad del hermano sin que se ponga en riesgo la amistad, la buena comunión y el testimonio de quien pide prestado.
- 1Ti 6:18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos – Tit 2:7 presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras… Tit 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras… Tit 3:8 Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres… Tit 3:14 Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto… Heb 10:24 Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; ↑
- Hch 4:32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. ↑
- Luc 11:5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, v6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; v7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? v8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. ↑
- Stg 4:17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. ↑
- Proverbios 19:17 A Jehová presta el que da al pobre, Y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar. ↑
- Proverbios 22:7 El rico se enseñorea de los pobres, Y el que toma prestado es siervo del que presta. ↑
- Salmo 37:21 El impío toma prestado, y no paga. ↑
César García, pastor bautista reformado confesional. Casado hace 23 años con Leticia, mi amada esposa, y con dos hijos. Viví en Londres por casi 18 años. Salvo por la gracia de Dios el 28 de Abril del año 2001. Cursé mis estudios teológicos en el Seminario Bautista Reformado de Londres del Tabernáculo Metropolitano (el de Spurgeon). Reconocido y comisionado por el Dr. Peter Masters y los ancianos y diáconos del Tabernáculo Metropolitano. Sólo un instrumento del Señor para la plantación de Gracia Redentora (Pereira, 2013) y de MIREFORMA (Manizales, 2019). ¿Mi anhelo? Llegar a ser un siervo inútil.